Al menos un día a la semana, salgo a dar un paseo por nuestro pueblo grande y tal vez a comprar alguna cosa que necesitemos.
Esta semana me acerqué a la librería. Hay varias, pero solo una es grande y con un buen servicio de encargos. Buscaba el libro Siete lecciones y una conclusión sobre la democracia establecida. Había tres personas en la librería, comentamos unos emails que habíamos intercambiado con el responsable o el dueño (no sé) y dejé el libro encargado, pues como ya comprenderéis no se trata de un best-seller mundial de esos que se encuentran por todas partes. Todo fue eficiente y además cordial.
Al salir me fui a una ferretería. Días antes encontré al volver del trabajo dos trozos de madera de calidad con el grosor y las medidas ideales para colgar, por ejemplo, unos altavoces. Pero como los altavoces ya están colgados Nena dijo que servirían para los botes de olivas… que son grandes y pesados.
Necesitaba esos ángulos rectos que se clavan a la pared y a la vez a la madera… En la ferretería me atendió la propietaria. Ya he ido bastantes veces. Le expliqué lo que necesitaba, le di medidas y le comenté una pequeña limitación de espacio. A continuación me ofreció dos modelos distintos de ‘ángulos rectos’ de los que yo necesitaba.
Me fui con la sensación de haber comprado justo lo que me hacía falta. Tal vez un poco caro, pero seguro que los botes de aceitunas no se nos caerán al suelo si no es por un terremoto.
Después me fui caminando a la biblioteca (para los que leáis catalán ha salido una nueva novela de Pep Coll: L’habitació de ma germana, ya os contaré) y mientras caminaba, pensé que podía haber comprado el libro en internet y lo de la ferretería en cualquiera de las grandes superficies que rodean la ciudad…
Pero, claro, no habría encontrado un interlocutor a quien exponer mis dudas. Ningún ser humano interesado en mis necesidades o mis problemas (aunque sea a cambio de dinero)… Y me di cuenta que para que un pueblo, y sobre todo una ciudad conserve parte, no ya de su encanto, sino sobre todo de su humanidad, debe mantener ciertos servicios. O ciertos negocios, que a la vez son servicios, donde un profesional te atiende, resuelve tus dudas y finalmente te recomienda aquello que necesitas.
No sé cómo lo veis vosotros. Para mí está claro. Tal vez este sistema sea un poco más lento, incluso puede que a veces algo más caro. Pero seguramente es más eficaz a la larga y, sobre todo, mucho más humano.
Por cierto, las fotos que acompañan a este post son de un verdadero librero que tuvo la desgracia de que se le quemara el establecimiento. La foto de abajo, que podéis ampliar igual que la de arriba, explica cómo la población se solidarizó con su desgracia. ¿Qué más puedo decir?