Al llegar al trabajo una de las primeras cosas que hago es instalar mi portátil y ver qué hay de nuevo en mi activa vida on-line.
A veces quisiera ponerme solo media hora, para mirar el correo o algo así… pero después del correo vienen los blogs y los comentarios, después revisar algunas cosas nuevas que me han recomendado, Twitter…
Han pasado dos horas, estoy harto de máquina y me han quedado por hacer otras cosas que consideraba importantes.
Así que hoy lo he hecho de otra forma (como cuando aún no tenía internet en el trabajo). Me he sentado a la mesa con un papel al lado y, durante 30 minutos, no he hecho nada más que despejar mi cabeza tomando nota de algunas cosas que me han ido viniendo y que me han parecido importantes.
Algunas ideas eran recursivas, pero bastantes eran nuevas. Y eso me ha gustado y me ha parecido importante.
Después de esa media hora y sin instalar el ordenador todavía, me he puesto a a leer. He saboreado el libro casi todo el tiempo. Mientras leía me ha surgido alguna idea más, que he anotado en el mismo papel…
Después sí he instalado el portátil para ver un par de capítulos más de la película Manderlay (ayer la dejé a medias).
Y por fin, después de trabajar un poco (sí, también trabajo, jejeje, pero sin ordenador), he empezado a traspasar mis notas, a consultar el correo y a hacer algunas de las cosas que me había propuesto resolver en internet…
Ahora repasaré algunos de mis feed y después apargaré el equipo y seguiré leyendo un poco más…
Un amigo diseñador gráfico me lo dijo hace años, cuando, habalndo de nuestro trabajo, comentábamos lo mucho que podían llegar a absorbernos los ordenadores (y eso que ni teníamos internet)…
‘No me siento al ordenador hasta que tengo las ideas muy claras. Si hago lo contrario pensando que voy a ganar tiempo, al final lo pierdo’.
La vida cotidiana es igual. La respuesta no está en el ordenador. Éste es solo un instrumento.